jueves, 4 de julio de 2013

El bicho raro del portal

He participado en días pasados en una reunión o comité de dirección en mi empresa,en la que trabajo (entiéndase), de esas que hacen los llamados directivos. Allí estaba yo, que no me dirijo ni a mí mismo, junto a toda la plana mayor de la empresa, con la que no tengo nada que ver, sólo que trabajamos en el mismo sitio. El caso es que en la primera de las dos jornadas dedicamos el tiempo (o lo perdimos, según preferencias de cada cual) a estar con una consultora que venía a hablarnos, nuevamente, de la gestión de los equipos de trabajo, de los equipos inteligentes, así como de los perfiles que cada persona cumple o cumplimos dentro de los mismos equipos.

Previamente a esto, los presentes tuvimos que haber cumplimentado un cuestionario que nos pasaron vía web, de cuyo resultado saldría cada uno de nuestros perfiles. Todo este rollo no es, ya me conocéis, para fardar, ni mucho menos. No hay de qué presumir. Lo cuento para hacer público que, aunque ya lo supiérais, soy un bicho raro. Primero, porque según el resumen que nos entregaron en la sesión, con el perfil personal, parece que pertenezco a ese 15% de las personas que tienen rasgos o roles separados en su quehacer diario. Vamos, bipolaridad manifiesta.

Pero eso no es lo más importante, ya que la bomba es que de las cincuenta personas que allí estábamos, que previamente habíamos cumplimentado el cuestionario, soy el único encuadrado en mi perfil, mientras que los demás se agolpan prácticamente todos en otro. Mi perfil, de cuyo nombre no quiero o puedo acordarme, pero en el que los rasgos característicos son la preocupación por las relaciones dentro del equipo de trabajo, el apoyo a los demás, el trabajo por las demás personas del equipo, el disfrute por actividades comunitarias o el tener valores y convicciones morales o ideológicas fuertes...

¿El único así? ¿Y eso? ¿Y a esto lo llaman equipo? pues está claro. La gente que manda en las empresas, los "peces gordos", no tienen nada o casi nada de esas cuestiones que parece que me caracterizan. Lo cual me alegra, y me enorgullece. La gente que da ordenes despide trabajadores y trabajadoras, los pone en lo que ellos llaman "en su sitio". Se sienten cómodos cuando son adulados y les gusta que les rían las gracias. En general, además, son bastante egocéntricos, creen que el mundo gira alrededor de su ombligo. Doy fé de ello.

Claro, yo no mando nada, ni tengo a nadie a mi cargo, ni siquiera a mí. Somos distintos ellos y yo. No me gusta la hipocresía del pelota, no me gustan los actos sociales de riegracias, nunca he conseguido estar cómodo dando órdenes. De hecho, por no darlas lo hago yo... Por eso a mí me gustan muy poco estos saraos en hoteles de cinco estrellas, con copiosas cenas a la luz de las velas y una visita turística por la ciudad de turno. Por eso yo, cuando estoy en esas habitaciones de hotel, fastuosas, no puedo dejar de preguntarme lo que haría con todo ese dinero malgastado en una reunión más, de esas que se hacen para el disfrute y el placer más que para otra cosa. No nos engañemos, aunque vayamos. Y con dinero de todos. Un ejemplo más de a dónde nos han conducido estos.

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