viernes, 17 de mayo de 2013

Aquí un privilegiado

Estas semanas no he podido subir ninguna nueva entrada al blog, ello a pesar de que me prometí subir unas tres de media semanales. ¡Qué cosa esta de no tener tiempo para hacer lo que a uno le gusta de verdad! Sí, estoy unas 9 horas al día en el trabajo, si no más, y resulta que me da igual, que para lo único que sirve es para darme de comer y para pagar el alquiler de una casa que parece que nunca será mía. Y nunca lo será.
A los que tenemos trabajo, los “privilegiados” que cada vez somos menos, no nos gustaría trabajar tanto, y lo que no lo tienen sueñan con encontrarlo, aunque sea ganando ochocientos euros al mes. Vamos, que sueñan con hacerse esclavos, pero es que no hay otra.
Una vez estuve diez meses en el paro y ya me sentía un inútil, necesitaba trabajar. Hoy, sigo con el mismo trabajo que conseguí al cabo de esos diez meses, y ya va para doce años si no he perdido la cuenta. Tengo unos 37 años y si la memoria no me falla nuevamente he cotizado a la Seguridad Social durante 13 o 14 de ellos… si, soy un privilegiado por tener trabajo y seguramente bien pagado para lo que cobra la gente de mi edad. Si cobra.
Pero de tan privilegiado que soy que lo mismo un día dentro de no mucho me encuentro con un infarto de frente, o cualquier otra cosa similar, por el estrés  y la vida que llevo, de forma que entonces el privilegio se habrá ido a la mierda. En ese momento, si consigo salir vivo, empezaré a pensar en todo lo que debí haber hecho y no hice, por falta de tiempo.
Empezaré a pensar que no te quise lo suficiente, o más bien que no te lo demostré, que debí jugar más tiempo contigo, compartir esos ratos con los amigos y, sobre todo, reírme de todo. Y sobre todo de ellos, de esos hijos de puta. Empezaré a pensar que el privilegio no era tanto, que todo era un timo y que debí haberlo visto a tiempo y asumir de forma valiente que existen “otras formas”.
Por eso, he decidido apostar fuerte. Por no tener que decirme un buen día que fui un gilipollas o un cobarde por no tratar de cambiar el mundo cambiando directamente mi vida. Porque el mundo sólo se cambia cambiando nuestra vida, no nuestro discurso… que los discursos son fáciles de aprender y las vidas difíciles de cambiar.
Y porque no hay libertad si no se aprende a renunciar a los bienes materiales. Y en esas estoy y voy a estar, orgulloso de cambiarlo todo para que sí cambie algo, mi vida y la de los que tengo cerca. Sólo así cambiaré la de aquellos que están lejos.
Ese día llegará tarde o temprano, porque ya lo he decidido. Pero mientras tanto, aunque me tenga que dar un chungo, seguiré intentando que nunca llegue el día en que tenga que decir que me quedé con las ganas de tal o cual cosa por culpa del trabajo. Al menos podré pensar que no dediqué mi vida exclusivamente al “privilegio” que es trabajar, que es comprar, que es consumir y que es ir a votar a nosequé partido… o que al menos lo intenté. Porque no quiero que mi vida se resuma en una palabra, o en dos a lo sumo.
Por eso, vuelvo hoy a la carga con esta entrada nueva, dándole caña al blog. Aunque esté cansado, aunque tenga estrés y me duela la espalda, aunque esté en el trabajo un día de puente en que no se han levantado ni los guardias ni los semáforos. Aunque tenga ganas de llorar.
Entonces aprieto los dientes y me digo a mí mismo que el puto privilegiado ha vuelto. Besos.

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